sábado, 18 de febrero de 2012

¿Qué te ha pasado José?, a propósito de "El viaje del elefante"...


¿Será que he perdido esa ilusión con un toque “naive” con que abría las novelas de adolescente?, ¿será que el traqueteo y la presura entrecortada de los metros de media tarde no ayudan a enfrascarse en el desfile de un paquidermo tonélico  desde Lisboa hasta Viena?, ¿será que ya son muchas?, ¿o sólo una, a la que siguió una estela que fue perdiendo la fuerza año a año?, quiero pensar que no. 

Entonces, ¿será que se le fue secando la pluma y la inspiración, que se agarró a un clavo ardiendo de la mano de la breve historia con tintes de realidad inspirada por un cuadro de su amiga Gilda Lopes?... ¿o será que ya se nos escapa su intencionalidad? Maestro, ¿esa isla alejada del bullicio, esa lucha contra tus defensas, ese paso del tiempo tenaz te hizo alejarte de tus lectores?... admito cualquier respuesta menos que sucumbiste al tirón editorial de tu propia firma, que eso duele mucho… pero un libro al año, durante los últimos…llega a resultarme un poco sospechoso. 

Prefiero no pensar mal. Al fin y al cabo, sólo son opiniones, y la impresión ante un nuevo volumen depende mucho del momento emocional por el que pasa el lector, y yo estaba pasando una etapa ligeramente abúlica. Pero he de reconocer que, a pesar de seguir considerándome fiel defensora de tu obra y milagros,  la Lucidez sucumbió ante la Ceguera, Caín sucumbió ante Jesucristo y El viaje del elefante concluye en la más oscura Caverna. Como he de reconocer, igualmente, que este tu penúltimo relato no está exento de cierto humor irónico a tu más puro estilo, con esa estampa del paquidermo y su cornaca, recorriendo Europa, a paso firme y lento, con tanta mansedumbre como determinación…. 

Me quedo con eso, con pensar si no estarías de aquella hiperbólica manera autodescribiéndote, monstruoso elefante, bonachón y cansado, arrastrando el peso de una fama de descomunales dimensiones en periplo intelectual por el globo terrestre, temido y venerado, inteligente y parsimonioso, viejo astuto…  o si no te referirías tal vez al peso acumulado de nuestros derroches y nuestra avergonzante deuda, distribuyéndose lenta pero implacable por todo el Viejo Continente, la cual, al ser ya imposible de esconder, se anuncia a toque de trompeta cual animal de circo allá por donde pasa y es recibida con una mezcla de miedo y curiosidad. 

Como confío en tu astucia y tu buen hacer, te felicito pues, una vez más. Hoy y siempre, Maestro.

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