martes, 29 de mayo de 2012

Vea Dios y lo venga

Estaba en su oficina tecleando como un descosido. Los dígitos se mezclaban con las letras en una especie de akelarre ensordecido. Su cabeza bullía como una olla a presión y hacía horas que había dejado de sentir los miembros inferiores. Se encontraba tan cerca de aquel factor de impacto que tuvo miedo de morir al chocar de bruces. Toda su vida se había propulsado hacia aquel instante que consideraba tan trascendental. Lo tengo. Lo tengo. Llego a la meta. Un millón de palabras por hora. Un trillón de cifras por minuto. El mundo condensado en el ciberespacio, convertido en una ecuación ecuménica a punto de ser descifrada. Dios está conmigo, que es como decir Soy Dios.

Y como por arte de magia, siente que le pica el ombligo, que el corazón le palpita, que se le endurece el miembro, que le arden las entrañas. Le ciegan los sentidos. Esboza una sonrisa. Y decide, como acto reflejo del alma, condensar toda esa fuerza vital, el vacío indisoluble, la presencia de Dios, en un cruzar de brazos.

Y como por arte de magia, desata un torbellino que sacude las entrañas de la Orbe. Se desparraman los papeles por el suelo, se apagan las luces, vuelan las plumas, suenas los cláxones, grita el gentío, huyen los cobardes, regresan los fugitivos... y ríe a carcajadas, en su cruzar de brazos ha liberado las piernas, y se deja mecer por un viento pendular al son de las sirenas. Vea Dios y lo venga.

Decide salir. Abre esas compuertas de metal que siempre le parecieron infranqueables. Se deja cegar por una luz que había considerado más artificial que la de su cubículo. Oye el latir de la Tierra, el susurro del Mar, el eco de los Árboles.

Descubre que el mundo es Mundo.

domingo, 27 de mayo de 2012

Prólogo

Hacía mucho tiempo que no leía un prólogo. Siempre me desborda el ansia de narrativa y prefiero sumergirme de un chapuzón en la obra.
Esta vez me había topado con el único libro enjundioso que encontré en casa de mis abuelos. Relatos de Tolstoi de una colección de obras maestras de bolsillo, tapas duras cinceladas en dorado, hojas amarillentas y ese olor rancio de acumular décadas en la última estantería. Lo llevaba en el bolso y lo leía en el metro, hasta que el otro día terminé el último relato, "El padre Sergio", y me encontré esperando en el andén en la otra orilla de lago de papel. Así que decidí volver a la primera página y devorar cualquier letra que hubiera pasado por alto.
E hice bien.
Hay prólogos que son epílogos.
Me emocioné tanto redescubriendo al León que había hecho latir mi adolescencia, repasando la vida y milagros del sabio de barba blanca que supo inmortalizar el corazón de un pueblo, que dejé pasar varios trenes con su “chucuchú chucuchú chucuchú”.
Hasta que terminé el prólogo.
Se acabaron el papel, la tinta y los latidos.

Y volví a encontrarme, al filo de lo posible y muerta de vértigo.
Perpetuando la primera página del libro de mi existencia.
A orillas de mi eterno prólogo, mar muerto.
Inmóvil ante el andén. Ante mi esencia.
En pos de esclarecer.
Que el grueso de mi vida se impregna en el papel
o se mece en el viento.
Que he sentido más lo imaginado que lo vivido.
Que lo más sólido es lo más etéreo.
Que al fin, hablando de tangibles materiales, soy polvo en el desierto.
Que más bien no soy médico, ni soy bailarina, ni escribo con enjundia.
Ni hablo más que los muertos.
No soy amazona, ni soy cortesana, ni monja, ni puta.
Sólo una estatua de sal que de cuando en cuando corroen las lágrimas.
Sueños, ideas y palabras agazapadas al fondo de la garganta.
No quiero cargar peso a las espaldas.
Lucho contra una desidia elástica y pegajosa.
Huyo de mí y de mis consecuencias.
Eterna fuga consternada.
Inspiración temerosa tras un fondo gris oscuro.
Esperando un empujón que me sumerja en esta tierra.
En este lodo.
Tal vez una palabra sola. Un grito mudo. Un susurro ensordecido.
Por Dios. Una chispa de vida que me encienda el alma,
lo conecte a las sienes y me abra la garganta.


martes, 15 de mayo de 2012

¿Y lo esencial...?


¿Cómo descubrir la esencia entre disfraces?,
España sin suspiros,
la música al fondo del pasodoble,
la idea entre la muchedumbre,  
el Sol del anochecer,
el papel en blanco,
el azul intenso en las sirenas lejanas,
el susurro del viento batido entre las hélices,
el grito en el silencio,
la bestia tras el estoque,
el abismo al otro lado de otros ojos,
 la savia entre la piel,
 la Nada en el ombligo.

domingo, 6 de mayo de 2012

Brote primaveral

Al salir de la estación, bullen los aspersores y los semáforos reverdecen a mi paso. La primavera emana del asfalto.

Medianoche.
Su materia humanizada y mi sonrisa,
estructural.