domingo, 1 de julio de 2012

Noche de fiesta


Estaba acabando de tender la colada cuando la calle de enfrente se tiñó de rojo. Cláxones, silbidos y gritos de júbilo inundaron el barrio. Asumí la victoria y se me contagio la euforia. Como en anteriores ocasiones, sólo momentáneamente.

Pasa la noche, y la marea sigue inundando las aceras. Empiezo a pensar que tal vez exista un motivo más profundo. Tal vez los fusiles hayan empezado a lanzar golosinas, tal vez no hagan falta cerrojos, tal vez el dinero haya dejado de ser moneda de cambio. Tal vez las mujeres den a luz con un orgasmo, todos los niños vayan a la escuela o en los vientres de los hombres germinen flores. Tal vez se hayan abierto las fronteras, se hayan cerrado las cárceles  y todas las banderas sean de colores. Tal vez más gente que nunca esté haciendo el amor, o plantando un árbol, o escribiendo un libro.

Se me ha contagiado la euforia, pero esta vez perdura. Se inflama. Explota. Creo que debería salir también a celebrar.

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